jueves, 14 de enero de 2010

Emigrante



Hay momentos en la vida en los que todo tiene un peso distinto, una forma distinta, una estructura física diferente.

Como si toda la materia cerebral tuviese un centro y ese fuese el dolor que se distribuye a través de los nervios por cada átomo del cuerpo. Como si cada sistema corporal estuviera creado por y para expresar de una manera más o menos anárquica ese sentimiento indefinido que es el dolor psíquico.

Y es entonces cuando nos convertimos en emigrantes de nosotros mismos, evadiendo con soltura lo que nos da sentido por dentro. Esquivando con destreza las ondas expansivas que, desde el epicentro que es el alma dolorida, atraviesan con toda velocidad la vida. Desintegrando en la huída, toda esa cotidianidad que nos ha recordado en otros momentos diferentes, lo humanos que somos y cuánto merece la pena serlo.

1 comentario:

  1. El texto de hoy es, como diría Fabián "jodidamente" precioso.

    Besos fuertes

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