Después de años en la terminal, las conexiones con el siguiente vuelo se hicieron de humo. Como el aire del cigarro que apuraba con fuerza antes de entrar. Hacía mucho frío, pero lo cierto es que no muy lejos de allí, las chicas ya lucían un dos piezas. Se sentó en el primer banco del hall principal y reparó en lo inhóspito de los lugares públicos. El cielo aún lucía gris a través de la impresionante cristalera. Todo apuntaba a que habría que esperar a que la tormenta que había descontrolado los radares, se evaporara. Mientras ojeaba sin interés el sensacionalismo de un famoso periódico de tirada nacional, no dudó en recordar todas y cada una de las canciones que sonaron bajo las sábanas. La rueda de su iphone giraba como si la infortuna de su vida dependiera de la revoluciones por minuto alcanzadas. Sonrió al recordar su clítoris y lo mucho que a ella le gustaban los movimientos circulares. Se mirara por donde se miraba, aquel bucle de autocompasión no había hecho más que desencadenar otros muchos bucles más complejos. Algunos, viejos conocidos, se presentaron aquella tarde al ritmo de una de Neil Young. Otros, más nuevos, hicieron su aparición entre los acordes frenéticos de un Josh Homme en su etapa más inspirada. Sin embargo, de alguna manera, todo acababa por concluír en aquel vinilo que una vez se quedó sin voz a eso de las 3 de la madrugada. Let it bleed, siempre había sido el mejor largo de los Stones.
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