Nací queriendo ser brillante
y moriré sabiendo que he sido mediocre,
mis pasos cada vez más de punta,
delgados y fortuítos,
me arrinconan las ganas
hacia una horizontalidad difusa.
Envuelta en la indecencia
de una involución hacia lo vacuo,
el plato hondo ríe hueco
desde aquella noche
de copas con el pasado.
¿Quién dijo que ya no quedara añil
para enfundar los días?
¿Quién afirmó que aquí estaba mi sitio?
Nací queriendo ser niña
y moriré sabiendo que he sido vieja,
antes de tiempo los valles de lo muerto,
ajados y elípticos,
me espetan la voluntad
de una negatividad inexacta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario