Tú, que tanto refulgiste. Tú,
que tanto extinguiste. Tú, tú, tú!
tan estrella y estrellando,
el lugar común de la poca literatura
que aún se quema en mis manos,
Marchitas el autoodio y algodoneas
las más profundas yagas de mis brazos,
sin saberlo, tú. Sin saberlo, yo.
De pie frente a la vid de las 12 normas
de color verde que aprendimos 3 minutos
antes de que acabara el año. De repente,
nosotros, que nunca supimos encajar los
más duros golpes, que escondemos
las vísceras entre canciones y cuero.
La antítesis de mis verdades, tú.
La única verdad que puede
que aún nos quede, esa que se esconde
entre el brillo de tus ojos y
el aire de mis labios.
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