Es como hacerse un nudo en el pelo. Te distraes enredándolo hasta que se te queda el dedo atrapado y el mechón hecho un cisco. Entonces, en un primer momento, lo intentas desenredar como una posesa, después lo mojas y esperas que se deslíe con el agua. Más tarde te dás cuenta de que no hay vuelta atrás. Coges unas tijeras y "¡zas!" lo cortas. "No se podía arreglar, y además, era feo" piensas mientras te observas en el espejo.
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