miércoles, 18 de noviembre de 2009

Fosita esternoclavicular ( y otras advertencias)





Cuando estás de espaldas y te miro,
pasea la ráfaga de lo imposible
entre los papeles de la sala.
Y entonces te das la vuelta,
y encuentras mis ojos castaño claro
justo en frente de los tuyos
(que son casi de color negro).
Te sonrío como inconsciente,
y es ahí donde se escapa la razón
(entre los libros de la estantería).
Hoy me he dado cuenta de que
lo intuyes y que por eso reposas
tu cuerpo sobre la silla de esa manera.
Es tan fácil pasar las mañanas
martilleándote en silencio...
que llevo un maletín en la risa
por si tuviera precio
la ventana más alta que hay,
en tu camisa de rayas verdes.

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