Instinto de supervivencia
Amigo mío, tu último amor ha sido como el primero:conciso, apocalíptico, entreverado, altanero, envuelto en sus mejores galas, inexpiable, como un duque en bancarrota que le dice a su nieto preferido “algún día todo esto será tuyo”. Para ti fueron maniobras de tiro, para ella teoría de conjuntos. Y para ambos, ella y tú, un Goliat moribundo que nunca tuvo que enfrentarse
a un verdadero enemigo y terminó como un cobarde en una época en la que la lluvia todavía cancelaba una visita imprevista o un relato a medianoche.
Amigo mío, lo que nos sitúa en polos opuestos
es tu noción de la perseverancia. No eres más libre
al abandonar el hogar de tus padres para ocultarte
en una casa-árbol. No das instrucciones finales,
no sugieres primeros auxilios. Los aterciopelados cuerpos drenarán la mugre como delfines demasiado libres o demasiado estúpidos. La simetría nunca es sinónimo de asimilación. Todos estos días juntos pasan como los años
en la vida de un perro, el mismo que podía saber
en qué estabas pensando y lo que soñabas y sentías
al lamer tu cara cuando eras niño.
Amigo mío, el estribillo de esta canción no es fácil
de aprender. Lo que importa es que cada nuevo amor
podría ser el primero, o el último, un rascacielos que arde
del sótano al tejado sin salida de incendios. ¿Eres consciente
de que tú no inventaste el deja vu? Que apuñalar
la pared que compartíais nunca te mostrará un ángulo
nuevo, una vela prendiendo por los dos extremos, una nueva
inscripción en la piedra. Yo digo que tus manos serán siempre
grises antes de oscurecer del todo, que tus dedos
se mantendrán firmes a lo largo del poema, que
si no te hace sentir más desolado, lo que debo decirte
es que espero que seas bueno con todo el mundo siempre
y en toda ocasión,
amigo mío,
con solo algunas notables excepciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario